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domingo, 26 de octubre de 2014

-¡Por favor!- gritaba una voz femenina, desde el otro lado de la habitación-. ¡Qué alguien me ayude!- sollozaba la joven desesperada. Sentí un repentino escalofrío, junto una punzada en el brazo derecho. El dolor de la aguja penetrando  mi piel hizo que soltara algunas lágrimas, pero eso era algo que podía soportar, a comparación del incesante chillido de mi compañera, que se encontraba al otro lado de la habitación.  De repente,  mis ojos empezaron a cerrarse. Poco a poco, mi mundo se volvió oscuridad pura.
Desperté en una pequeña recamara con paredes pintadas  de un monótono blanco. Me encontraba en una cama mullida de sábanas y almohadas blancas, junto a esta había una pequeña mesita de noche que parecía estar hecha de caoba; en ella había una pequeña nota que decía: “Bienvenido (a), seguramente te preguntarás porque estás en una habitación completamente desconocida, pero te recomiendo que mantengas la calma y disfrutes de tu estancia, ya que todas tus dudas serán aclaradas.”
Después de leer la nota, me quedé algo  desconcertada y asustada; no podía imaginar quién pudo haber dejado esta nota, o más bien, quién me trajo a este escalofriante lugar. Decidí revisar la habitación, la cual también contaba con un armario lleno de pantalones, vestidos, blusas y zapatos de color blanco y aspecto pulcro; a un costado de este había un espejo que medía aproximadamente un metro con cincuenta centímetros de alto y un metro de ancho.
En el espejo, logré  visualizar mi reflejo. Este me mostraba a una muchacha de largo y ondulado cabello castaño, con unos hermosos ojos grises, labios gruesos y rosas como el algodón de azúcar, pestañas largas y abundantes, de pómulos altos, piel tersa como el pétalo de una rosa; esta poseía un cuerpo delgado y pequeño, parecido al de una muñeca de porcelana, ella portaba un vestido con mangas de color blanco, este era ancho, largo y liso.
Me quedé atónita durante unos instantes, apreciando mi reflejo. Pero como por arte de magia, mi imagen se fue distorsionando hasta formar una figura algo repugnante. La figura que el espejo me mostraba era un gusano muy grande de color rosa pálido, con dientes curvos y afilados brotando de su boca irregular, no tenía ojos; en cambio, habían dos cuencas vacías. De su boca escurría un líquido verde con toques amarillentos, que me recordaba a la bilis. Un grito brotó automáticamente de mi garganta, el cual resonó a través de la habitación.
Me sentí  mareada por un instante, lo que hizo que cayera al suelo de manera repentina. Golpeando mi cabeza violentamente contra las losas, perdí la consciencia.
Cuando desperté, sentí un líquido  escurriendo de mi nariz hacia mi mejilla izquierda. Al pasar mis dedos por mi cara, estos quedaron impregnados de aquella sustancia, que identifiqué como sangre. Después de limpiar la sangre con un pañuelo de algodón que encontré en el armario, decidí armarme de valor e intentar encontrar a alguien que pudiera ayudarme a entender que hacía en ese lugar desconocido que me brindaba una mala vibra.
Al salir de la habitación, me encontré con un extenso pasillo que tenía el mismo aspecto que la habitación en la cual me encontraba unos segundos atrás. La atmósfera que provenía de ese lugar me daba escalofríos, ya que me recordaba a un hospital; el lugar que más odio en todo el mundo.  Seguí caminando a lo largo del pasillo, el cual contaba con puertas idénticas hechas de un metal que se veía muy resistente, estas se encontraban separadas por 4 o 5 metros entre sí;  las puertas contaban con 5 clases de cerraduras, una más complicada que la anterior. Un escalofrío recorrió mi espalda al solo pensar qué clase de personas o cosas podían estar tras esas puertas.
Después de un largo tiempo caminando, logré encontrar a una persona, bueno, en realidad no era una persona, sino un monstruo alto y de piel similar a la de una babosa. Este ser contaba con unas garras que parecían ser dagas, su cuerpo estaba cubierto por una capa de baba marrón, la cual emanaba un hedor parecido a una combinación de huevos podridos, estiércol, agua estancada y pañales usados; tenía dos ojos en los costados de su cabeza, estos eran de un negro azabache, los cuales simulaban agujeros por los cuales podrías caer hasta el fin de tus días.
El pánico invadió mi cuerpo, forzándome a permanecer inmóvil, mientras aquel monstruo se acercaba lentamente hacia mí. Me quedé pensando en una manera de escapar pero ninguna parecía útil, ya que sabía que no duraría más de 5 minutos lejos de esa atemorizante bestia. Esto me obligó a buscar algo con que defenderme, pero no había nada que pudiera servir como un arma a lo largo del pasillo.
De repente, un resplandor rojo capturó mi atención. Un extintor se encontraba  a unos cuantos metros del monstruo, el cual se acercaba más con cada segundo que pasaba; así que no tuve opción, corrí lo más rápido que pude hacia mi preciada salvación escarlata y la sujeté con fuerza, como si alguien estuviera tratando de quitármela. Podía sentir como la adrenalina recorría mis venas, llenando mi sistema de un sentimiento eufórico de peligro y acción, clamando por ser liberado.
Posteriormente, me acerqué rápidamente al monstruo, el cual volteó y profirió un chillido al verme; sin pensarlo dos veces, le di un golpeo en el costado izquierdo del pecho. Logré escuchar el crujido de algo dentro de la criatura, lo que suponía que debían ser sus huesos, esto me hizo sentir aún más emocionada. Asesté contra ella otra vez, con un golpe en lo que debía ser su estómago; al sentir el impacto del extintor contra su cuerpo, la criatura se retorció y cayó al suelo en un par de segundos, quedando inmóvil en las frías losas. Por un instante, me sentí aliviada, debido a que podría escapar de ese terrorífico edificio, pero mi cuerpo no respondía.
En cambio, mis brazos estaban estirados por encima de mi cabeza, listos para volver a atacar al monstruo que se encontraba quieto en el piso. Como si fuera una máquina, comencé a agredir al monstruo sin parar; la criatura lanzaba chillidos de dolor puro, estos sonidos eran música para mis oídos, por lo que no tuve ni la más remota idea de detenerme. Después de unos  minutos, logré tomar el control de mi misma y me detuve. Estaba empapada de sudor y con la respiración entrecortada debido al esfuerzo, pero tenía una sonrisa de oreja a oreja, me sentía muy bien, de hecho, me sentía excelente. Tenía los brazos llenos de una sustancia pegajosa y caliente de color negro, empecé a preguntarme de donde había salido; hasta que recordé al monstruo que yacía a mis pies.
Cuando miré al ser deforme a mis pies, me percaté que este tenía una gran cantidad de aquella sustancia fluyendo por diversas partes de su “cuerpo”. Entendí que tenía esas machas, de lo que debía ser la “sangre” de la criatura, debido a que cuando golpeaba a aquel ser horrendo, esta sustancia era salpicada por todos lados, incluyendo mis brazos y parte de mi vestido.
Me di cuenta de que había matado a la criatura, aunque sólo quería aturdirla o incluso noquearla para poder escapar.
Súbitamente, empecé a sentirme triste, ya que mi intención no era matar a la criatura; o eso pensaba, hasta que probé el alucinante y placentero sentimiento que me consumía al golpearla.
Confundida por mis sentimientos completamente opuestos, caí sobre mis rodillas y comencé a llorar. Lloraba porque me sentía mal al haber matado a la criatura, también porque me sentía impotente al no poder controlar mi cuerpo en situaciones como esa, y por último, lloraba porque mi cuerpo anhelaba más de ese dulce veneno que me llenaba de energía, euforia y emoción.                                         
Un coro de chillidos y lamentos desgarradores provenientes del otro lado del extenso corredor captó mi atención. Miré hacia el punto de origen de los gritos, y lo que vi, me alarmó  y me llenó de ímpetu. Un grupo de 5 criaturas idénticas a la que había matado minutos atrás, se acercaba rápidamente hacia mí; logré apreciar un destello de ira y sed de venganza en los ojos negros de las bestias.

Me paré lentamente y sujeté el extintor con mi mano derecha, estaba decidida a luchar contra esas bestias hasta el cansancio, por mi libertad y mi sed de sangre.

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