-¡Por favor!- gritaba
una voz femenina, desde el otro lado de la habitación-. ¡Qué alguien me ayude!-
sollozaba la joven desesperada. Sentí un repentino escalofrío, junto una
punzada en el brazo derecho. El dolor de la aguja penetrando mi piel hizo que soltara algunas lágrimas,
pero eso era algo que podía soportar, a comparación del incesante chillido de
mi compañera, que se encontraba al otro lado de la habitación. De repente,
mis ojos empezaron a cerrarse. Poco a poco, mi mundo se volvió oscuridad
pura.
Desperté en una pequeña
recamara con paredes pintadas de un
monótono blanco. Me encontraba en una cama mullida de sábanas y almohadas
blancas, junto a esta había una pequeña mesita de noche que parecía estar hecha
de caoba; en ella había una pequeña nota que decía: “Bienvenido (a),
seguramente te preguntarás porque estás en una habitación completamente
desconocida, pero te recomiendo que mantengas la calma y disfrutes de tu
estancia, ya que todas tus dudas serán aclaradas.”
Después de leer la
nota, me quedé algo desconcertada y
asustada; no podía imaginar quién pudo haber dejado esta nota, o más bien,
quién me trajo a este escalofriante lugar. Decidí revisar la habitación, la
cual también contaba con un armario lleno de pantalones, vestidos, blusas y
zapatos de color blanco y aspecto pulcro; a un costado de este había un espejo
que medía aproximadamente un metro con cincuenta centímetros de alto y un metro
de ancho.
En el espejo,
logré visualizar mi reflejo. Este me
mostraba a una muchacha de largo y ondulado cabello castaño, con unos hermosos
ojos grises, labios gruesos y rosas como el algodón de azúcar, pestañas largas
y abundantes, de pómulos altos, piel tersa como el pétalo de una rosa; esta
poseía un cuerpo delgado y pequeño, parecido al de una muñeca de porcelana,
ella portaba un vestido con mangas de color blanco, este era ancho, largo y
liso.
Me quedé atónita
durante unos instantes, apreciando mi reflejo. Pero como por arte de magia, mi
imagen se fue distorsionando hasta formar una figura algo repugnante. La figura
que el espejo me mostraba era un gusano muy grande de color rosa pálido, con
dientes curvos y afilados brotando de su boca irregular, no tenía ojos; en
cambio, habían dos cuencas vacías. De su boca escurría un líquido verde con
toques amarillentos, que me recordaba a la bilis. Un grito brotó
automáticamente de mi garganta, el cual resonó a través de la habitación.
Me sentí mareada por un instante, lo que hizo que
cayera al suelo de manera repentina. Golpeando mi cabeza violentamente contra
las losas, perdí la consciencia.
Cuando desperté, sentí
un líquido escurriendo de mi nariz hacia
mi mejilla izquierda. Al pasar mis dedos por mi cara, estos quedaron
impregnados de aquella sustancia, que identifiqué como sangre. Después de
limpiar la sangre con un pañuelo de algodón que encontré en el armario, decidí
armarme de valor e intentar encontrar a alguien que pudiera ayudarme a entender
que hacía en ese lugar desconocido que me brindaba una mala vibra.
Al salir de la
habitación, me encontré con un extenso pasillo que tenía el mismo aspecto que
la habitación en la cual me encontraba unos segundos atrás. La atmósfera que
provenía de ese lugar me daba escalofríos, ya que me recordaba a un hospital; el
lugar que más odio en todo el mundo.
Seguí caminando a lo largo del pasillo, el cual contaba con puertas
idénticas hechas de un metal que se veía
muy resistente, estas se encontraban separadas por 4 o 5 metros entre sí; las puertas contaban con 5 clases de
cerraduras, una más complicada que la anterior. Un escalofrío recorrió mi
espalda al solo pensar qué clase de personas o cosas podían estar tras esas
puertas.
Después de un largo
tiempo caminando, logré encontrar a una persona, bueno, en realidad no era una
persona, sino un monstruo alto y de piel similar a la de una babosa. Este ser
contaba con unas garras que parecían ser dagas, su cuerpo estaba cubierto por
una capa de baba marrón, la cual emanaba un hedor parecido a una combinación de
huevos podridos, estiércol, agua estancada y pañales usados; tenía dos ojos en
los costados de su cabeza, estos eran de un negro azabache, los cuales
simulaban agujeros por los cuales podrías caer hasta el fin de tus días.
El pánico invadió mi
cuerpo, forzándome a permanecer inmóvil, mientras aquel monstruo se acercaba
lentamente hacia mí. Me quedé pensando en una manera de escapar pero ninguna
parecía útil, ya que sabía que no duraría más de 5 minutos lejos de esa
atemorizante bestia. Esto me obligó a buscar algo con que defenderme, pero no
había nada que pudiera servir como un arma a lo largo del pasillo.
De repente, un
resplandor rojo capturó mi atención. Un extintor se encontraba a unos cuantos metros del monstruo, el cual
se acercaba más con cada segundo que pasaba; así que no tuve opción, corrí lo
más rápido que pude hacia mi preciada salvación escarlata y la sujeté con
fuerza, como si alguien estuviera tratando de quitármela. Podía sentir como la
adrenalina recorría mis venas, llenando mi sistema de un sentimiento eufórico
de peligro y acción, clamando por ser liberado.
Posteriormente, me
acerqué rápidamente al monstruo, el cual volteó y profirió un chillido al
verme; sin pensarlo dos veces, le di un golpeo en el costado izquierdo del
pecho. Logré escuchar el crujido de algo dentro de la criatura, lo que suponía
que debían ser sus huesos, esto me hizo sentir aún más emocionada. Asesté
contra ella otra vez, con un golpe en lo que debía ser su estómago; al sentir
el impacto del extintor contra su cuerpo, la criatura se retorció y cayó al
suelo en un par de segundos, quedando inmóvil en las frías losas. Por un
instante, me sentí aliviada, debido a que podría escapar de ese terrorífico
edificio, pero mi cuerpo no respondía.
En cambio, mis brazos
estaban estirados por encima de mi cabeza, listos para volver a atacar al
monstruo que se encontraba quieto en el piso. Como si fuera una máquina,
comencé a agredir al monstruo sin parar; la criatura lanzaba chillidos de dolor
puro, estos sonidos eran música para mis oídos, por lo que no tuve ni la más
remota idea de detenerme. Después de unos
minutos, logré tomar el control de mi misma y me detuve. Estaba empapada
de sudor y con la respiración entrecortada debido al esfuerzo, pero tenía una
sonrisa de oreja a oreja, me sentía muy bien, de hecho, me sentía excelente.
Tenía los brazos llenos de una sustancia pegajosa y caliente de color negro,
empecé a preguntarme de donde había salido; hasta que recordé al monstruo que
yacía a mis pies.
Cuando miré al ser
deforme a mis pies, me percaté que este tenía una gran cantidad de aquella sustancia fluyendo
por diversas partes de su “cuerpo”. Entendí que tenía esas machas, de lo que
debía ser la “sangre” de la criatura, debido a que cuando golpeaba a aquel ser
horrendo, esta sustancia era salpicada por todos lados, incluyendo mis brazos y
parte de mi vestido.
Me di cuenta de que había matado a la criatura,
aunque sólo quería aturdirla o incluso noquearla para poder escapar.
Súbitamente, empecé a sentirme triste, ya que mi
intención no era matar a la criatura; o eso pensaba, hasta que probé el
alucinante y placentero sentimiento que me consumía al golpearla.
Confundida por mis sentimientos completamente
opuestos, caí sobre mis rodillas y comencé a llorar. Lloraba porque me sentía
mal al haber matado a la criatura, también porque me sentía impotente al no
poder controlar mi cuerpo en situaciones como esa, y por último, lloraba porque
mi cuerpo anhelaba más de ese dulce veneno que me llenaba de energía, euforia y
emoción.
Un coro de chillidos y lamentos desgarradores
provenientes del otro lado del extenso corredor captó mi atención. Miré hacia
el punto de origen de los gritos, y lo que vi, me alarmó y me llenó de ímpetu. Un grupo de 5 criaturas
idénticas a la que había matado minutos atrás, se acercaba rápidamente hacia
mí; logré apreciar un destello de ira y sed de venganza en los ojos negros de
las bestias.
Me paré lentamente y sujeté el extintor con mi mano
derecha, estaba decidida a luchar contra esas bestias hasta el cansancio, por
mi libertad y mi sed de sangre.
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